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Nuestro Punto de Vista
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Hacer Política
9/14/2009
Barack Obama se presentó ante una sesión conjunta del Congreso en Washington para argumentar y defender su propuesta de reforma al sistema de salud.
Visto desde aquí, sin arrebato, sin espejismos (pero con curiosidad): los poderes se comunican, enfrentan sus diferencias, especialmente con el partido de oposición. El principio institucional del gobierno y del Estado funciona, no se tuerce ni se atranca. Se abre la puerta para mantener la vigencia misma de un régimen republicano y presidencialista.
Obama hace política de frente. Expone su proyecto clara y firmemente. Sabe lo que quiere. Eso puede ser, desde conseguir la reforma misma que persigue, hasta ocupar un lugar en la historia de su país. Se vale, ¿por qué no?
La creación de un programa gubernamental de salud apareció en la agenda liberal estadunidense en 1946, cuando fue propuesta por primera vez por Harry Truman. Hasta 1965, con el proyecto de la Gran Sociedad de Lyndon Johnson, se creó el sistema de seguro social federal llamado Medicare, que cubre básicamente a personas mayores de 65 años.
La propuesta actual persigue la cobertura general para todas las personas. No es excluyente del sistema de seguro privado, funcionarían a la par. Pero sí es obligatorio, la gente no puede estar sin seguro, de un tipo o del otro, pues los que no participan se vuelven una carga general cuando hay que atenderlos en los hospitales.
Se trata de evitar que los costos se distribuyan de manera desigual. Hay un plan de financiamiento, con asignaciones fiscales para cubrir el costo del programa. Se proponen regulaciones a las prácticas que siguen las compañías de seguros para cumplir con las pautas de las pólizas.
Obama declara que no es el primer presidente que persigue la cobertura general del sistema de salud, pero que será el último en hacerlo. Identifica el sistema vigente como el principal componente del enorme déficit fiscal que hay en esa economía.
Expone, además, sin tapujos, la irresponsabilidad fiscal de Bush, su antecesor, al no hacer las provisiones para cubrir la reducción de impuestos a los grupos de mayores ingresos o para los gastos de las guerras en Afganistán e Irak.
Propone la reforma sanitaria advirtiendo al mismo tiempo que falta aún para salir de la crisis económica y que la recuperación será lenta. Aun así, declara que su gobierno no está solo para “limpiar la crisis, sino para construir el futuro”.
Políticamente hablando no es malo saber que hay un futuro, y no estar atrapado en un presente anclado a un pasado que no ofrece buenas perspectivas.
Tal vez de eso se trata el liderazgo: en imaginar lo que es deseable y posible y crear los medios para llegar a lo que se quiere. Salir de un entorno de derrota, usando los recursos que se tienen como impulso y jalando a una sociedad en una dirección aceptable. Distribuyendo los costos en entorno de desigualdad creciente. Eso es también la democracia.
La propuesta de Obama sobre el sistema de salud es un exponente de las discrepancias que hay en la sociedad estadunidense. La derecha fundamentalista está desbocada. Arengan en contra del big government, acusan a Obama de llevar al país al socialismo.
Parece un espectro de la guerra fría. Atrás está la ideología perversa de la supremacía blanca, cuando ha llegado el primer presidente negro. Atrás está el odio a los nuevos inmigrantes. Ojo, estas locuras pueden prosperar. La marcha del sábado pasado en Washington no puede tomarse como una cosa intrascendente. La mezcla de la bandera estadunidense con la suástica nazi se graba en la memoria.
Obama no se quedó solo en una propuesta técnica de cómo conseguir una cobertura médica generalizada. Apeló, igualmente, al carácter ético de tal sistema. Esto en pleno capitalismo global que trata de renovar su modo de funcionamiento, luego de esta severa crisis financiera y económica. Crisis que ha puesto de cabeza las ideas, las teorías y las prácticas convencionales. De un capitalismo que lucha como fiera para reposicionarse en la sociedad y en la política.
Pudo invocar a su favor la figura del recientemente fallecido senador Kennedy. Hay de dónde agarrarse para hacer política. Y la ética no puede desvalorizarse fácilmente, es un cimiento de una visión política. Eso proviene de un sistema político sustentado en instituciones y principios de divergencia bien establecidos y que se mantienen funcionando.
Tal condición lleva mucho tiempo para crearse y lograr que se aferre a los modos de la evolución y del desarrollo en una sociedad. Cuando esa situación no existe, el quehacer político se convierte sólo en una forma de recrear privilegios existentes y provocar la esclerosis del sistema de poder.
Se puede hacer política. Es necesaria. Se puede convocar a los oponentes a dialogar y enriquecer las propuestas. Para que eso ocurra tiene que haber asimismo una cultura política más densa y entretejida. Descalificaciones siempre habrá, pero sin canales de comunicación no se puede gobernar ni legislar.
Los ciudadanos no deben ser rehenes de quienes los gobiernan. Tampoco se dejan engañar de manera indefinida. Aquí hemos fallado, los japoneses lo han intentado en las recientes elecciones, en Alemania parece que se sigue esa tendencia.
La crisis de fines de la primera década del siglo XXI y el relativo agotamiento del capitalismo global habrían de abrir la compuerta para un nuevo discurso, una nueva práctica y un nuevo modo de hacer política, toda ella, sea de derechas o de izquierdas.
Publicado en el Diario La Jornada el 14 de Septiembre de 2009
León Bendesky
Socio
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