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¿QUÉ PASA CON LA ECONOMÍA?
5/27/2013
LEÓN BENDESKY
En los primeros tres meses del año el producto interno bruto (PIB) creció a una tasa de 0.8 por ciento con respecto al mismo periodo del año anterior (4.9). La expectativa de expansión, según el consenso de los especialistas, era de 1.2 por ciento. Este fue el menor registro de aumento del PIB desde el último trimestre de 2009 (tras la quiebra de Lehman Brothers). Quitando el efecto estacional, el incremento fue sólo 0.5 por ciento respecto del trimestre anterior, lo que lleva una tasa anual de apenas 1.8 por ciento.
Las manufacturas tuvieron una tasa de -1.6 por ciento comparada con 5.9 del mismo lapso de 2012 y 2.6 del trimestre anterior. La construcción decreció 2.3 por ciento en una tendencia de caída iniciada en el segundo trimestre del año anterior y muy por debajo del primer trimestre del año pasado (5.4). El comercio se desplomó también con una tasa de aumento de apenas 1.3 por ciento, frente a 7.6 del mismo periodo del año pasado. El sector de los servicios aumentó 1.9 por ciento frente a 5.3 y 3.4, respectivamente.
De inmediato, la Secretaría de Hacienda revisó su expectativa de crecimiento de la economía bajándola de 3.5 a 3.1 por ciento para este año. Este no parece un mero tropiezo o una cuestión solamente coyuntural, aunque tanto el gobierno como los analistas de dentro y fuera anticipan una recuperación sólida para el resto del año. Desde el inicio de 2008 hasta ahora el promedio de expansión del producto está muy por debajo del 3 por ciento anual. Esa es la única realidad visible y una marca para generar una inflexión decisiva del producto hacia arriba.
El desempeño general que enmarca la caída de la actividad económica se expresa, por supuesto, en la insuficiente creación de empleos. En los primeros tres meses se generaron 286 mil puestos de trabajo formal lo que está en el rango del promedio trimestral de los últimos diez años. La oferta de trabajo es mucho más grande, aunque la medida de la ocupación lo oculte.
La dinámica de las exportaciones totales (incluyen agropecuarias, extractivas y manufactureras) está muy por debajo de los valores registrados entre enero y marzo de 2012. Esto se asocia principalmente al estado aún precario de la recuperación de la economía de Estados Unidos, pero también tiene que ver con la situación del producto del campo, de las condiciones de la explotación y la venta de petróleo y los movimientos de apreciación del tipo de cambio.
En 2012 entraron alrededor de 57 mil millones de dólares al país en busca de mejores rendimientos de los que consiguen en otros mercados mediante instrumentos como Cetes y otros títulos de deuda pública principalmente y en acciones. Esta cifra es mayor que la entrada de inversión extranjera directa, o sea, la destinada a la producción.
Esta afluencia de divisas en un régimen de tipo de cambio flexible tiende a encarecer el peso frente al dólar. El banco central ha reaccionado mediante el ajuste de las tasas de interés para bajar el atractivo de las inversiones. La tasa que pagan los Cetes a 28 días estuvo en la última subasta en 3.72 por ciento anual. Pero los datos de la inflación están ya fuera de los rangos previstos. Hasta abril se había acumulado un alza del índice de precios al consumidor de 1.7 por ciento y en términos anualizados (de abril del año pasado a abril de 2013) la inflación es de 4.65 por ciento.
Las tasas en México son negativas en términos reales. La salida de capitales se puede precipitar prácticamente en cualquier momento y lo que por ahora lo previene es la fragilidad financiera internacional y la bárbara inyección de liquidez de los bancos centrales en Estados Unido, Japón y menos en la zona euro. O sea que la estabilidad que tanto se alaba está sustentada en buena parte en la debilidad financiera de fuera, más que en la fortaleza interna.
¿Y las reformas? Es aún pronto para ver el efecto. No obstante, en cuanto a la creación de empleo formal no se ha visto mejora, mientras sigue creciendo la informalidad en todas sus expresiones. La reforma financiera está aún en la fase de iniciativas de ley. En su conjunto esas 13 iniciativas pretenden ordenar el mercado y la operación de las instituciones privadas y, también, la banca de desarrollo para provocar un aumento del crédito en especial para las micro, pequeñas y medianas empresas.
Hay diversos aspectos de la propuesta de Hacienda que no necesariamente llevarán a ese objetivo, por ejemplo, en el caso del otorgamiento y ejecución de garantías o en el de los fondos de inversión. En fin, que en este tropezón económico el marco de las reformas planteadas, a las que se añade la reforma fiscal, deberán provocar incentivos eficaces para que las empresas acudan al crédito, los trabajadores prefieran el mercado formal al informal y los impuestos no inhiban el gasto y la inversión.
Las reformas tienen que interrelacionarse de modo efectivo para alcanzar el objetivo del crecimiento con estabilidad. Falta mucho en términos de las leyes ya aprobadas, de los planteamientos que se han hecho y de los aún pendientes para que se apunte en esa dirección. Y, por supuesto, una reforma política y unos consensos que vayan más allá de lo inmediatamente rentable para los partidos y las más grandes empresas oligopólicas, está en el centro mismo de todo este asunto.
*Artículo publicado en La Jornada el 27 de Mayo de 2013
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