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PAGAR POR AHORRAR

3/2/2015

LEÓN BENDESKY

El gobierno alemán colocó en el mercado financiero bonos de deuda a una tasa de interés negativa. Esto significa que los compradores en efecto pagan más de lo que vale el bono y los intereses que genera, lo que significa aceptar una pérdida garantizada si mantienen los títulos hasta su vencimiento. Se emitió una cantidad de 3 mil millones de euros, con vencimiento a cinco años a una tasa de menos 0.08 por ciento.

No es la primera vez en que ocurre esta situación, que parecía algo insólito en las transacciones financieras. Expresa las condiciones que se han ido impuesto en la gestión de dinero como consecuencia de la crisis de 2008 y que no se han superado.

La necesidad de poner el ahorro en títulos con tasa negativa se ha reforzado recientemente con la decisión del Banco Central Europeo de expandir la oferta monetaria para confrontar las presiones recesivas y la deflación en esa zona.

El asunto está vinculado con lo que ocurre en Estados Unidos, y se puede advertir en la reciente presentación de la presidenta de la Reserva Federal del Informe semestral sobre la política monetaria. Lo que dijo fue que se decidirá sobre los niveles de las tasas de interés en función de las evidencias del comportamiento de la economía y sin anuncios sobre los tiempos para actuar al respecto. Entre los significados de esta declaración está el hecho de que no hay certeza acerca de un reforzamiento decisivo de las condiciones del crecimiento de esa economía. Las tasas siguen siendo muy reducidas para no cortar los signos de recuperación.

Un primer aspecto práctico de las tasas negativas de la emisión de la deuda, como es el caso alemán, es que esto no necesariamente significa una pérdida para los que la adquieren. No se trata como se ha sugerido de que constituya un privilegio para un ahorrador colocar su dinero en un lugar tan seguro como el gobierno alemán.

Las transacciones financieras no entrañan más privilegio que el de obtener alguna ganancia. Y en este caso se trata de la relación entre el rendimiento negativo y la expectativa del comportamiento del nivel general de los precios. Si los precios caen más que las tasas, aumenta el poder de compra y de ahí se deriva una ventaja. Otro aspecto tiene que ver con el precio de los bonos que se compran y que varían en relación inversa con la tasa que devengan, si la tasa baja más habrá una ganancia al vender el bono.

Pero la cuestión relevante en este asunto está asociada con la necesidad de poner el dinero en títulos con rendimiento negativo. No hay que olvidar que los mayores ahorradores, o visto del modo más convencional, los principales inversionistas en el mercado son los fondos de pensiones que administran el ahorro de los trabajadores.

La situación económica está diciendo que no hay dónde poner el dinero según los criterios de rentabilidad prevalecientes y que no están asociados con proyectos de inversión productiva y con rentabilidad de largo plazo y que creen empleo. El dinero se pone en la deuda de los gobiernos, porque se supone que tiene mayor garantía.

Esto es muy relativo. Para apreciarlo puede verse el caso del Sistema de Ahorro para el Retiro, que invierte primordialmente en la deuda que emite el gobierno federal. La garantía de los rendimientos sobre el ahorro forzoso de los trabajadores, es decir, que se pueda ganar algo, no proviene de decreto alguno, sino que tiene que ver con cuestiones tales como el aumento del nivel de los precios o con la depreciación del valor del peso frente al dólar. En la medida en que aumenta la deuda pública, como ha venido ocurriendo en los años recientes y, con ello, la carga por concepto del pago de intereses, la calidad de la deuda tiende a deteriorarse.

Si a eso se añade el eventual aumento de las tasas de interés que ocasionará la llamada normalización de la política monetaria en Estados Unidos, se ve que el problema de la alta deuda se podría materializar. Así que el recorte preventivo que se ha hecho ya del gasto público podrá repetirse y con ello mayor restricción de la economía.

La tensión que esto impone a la política monetaria del banco central es fuerte. La inflación se mantiene aún en términos generales en los niveles previstos, pero para esto contribuye que el gasto de consumo de las familias y de inversión de las empresas son reducidos. Ya ha ocurrido una significativa depreciación del peso y las tasas de interés que aún son bajas hacen que el costo de la deuda pública no se eleve sensiblemente.

La situación va a cambiar, sobre eso no hay dudas, y cuando ocurra, el trabajo del banco central va a salir de la especie de zona de confort en el que ha operado. La relación con la política fiscal y la eficiencia del gasto será clave para ir definiendo el desenvolvimiento de la economía.

Finalmente, las tasas negativas de la deuda pública como la alemana ha crecido de 20 mil millones de dólares a 2 billones en menos de un año. En este proceso participan gobiernos como el de Alemania, Finlandia u Holanda, pero ocurre también con empresas privadas como Nestlé y Shell, que se financian gratis. En este caso el asunto es cómo se reasignan los recursos disponibles entre deudores y acreedores y sus repercusiones en el mediano plazo y esto no es inocuo.



*Artículo publicado en La Jornada el 02 de Marzo de 2015.

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