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11/10/2010

RODRIGO GRANOVSKY

Hasta 2008, Brasil registró un período de crecimiento sostenido que se extendió durante 15 años (la tasa promedio anual fue 3.7% desde 2000 y de 3.2% desde 1992) y se interrumpió con la crisis financiera de 2008-2009. Sin embargo, el episodio fue breve, el producto interno brtuo (PIB) solo cayó en el primer semestre de 2009, para crecer fuertemente a partir de entonces. Las previsiones apuntan a que mantendrá el el dinamismo incluso en un entorno de bajo crecimiento mundial.



Este comportamiento ha sido resultado de una serie de reformas aplicadas desde la década de 1990 y que atendieron algunos de los problemas que aquejaban a la economía brasileña, a saber: la excesiva inflación y el abultado gasto del gobierno.

Perisisten algunas condiciones de debilidad como ocurre con el creciente déficit comercial que se asocia con el acelerado crecimiento del consumo interno. Sin embargo, Brasil cuenta con una gran cantidad de reservas internacionales (del orden de $275.2 mil millones de dólares).

La larga etapa de expnsión productiva ocurrió con el crecimiento sostenido de la demanda interna, en particular del consumo privado, que aumentó 6.7% en 2010 y se espera que lo haga en 4.8% 2011 y que siga siendo, así, el sustento del crecimiento hacia delante.

De ello es consiente Dilma Rouseff, quien en su primer discurso como presidenta electa de Brasil, dijo que ante la imposibilidad de contar con la pujanza de las economías desarrolladas para impulsar su crecimiento, se tornaría cada vez más importante el mercado propio.

Lo anterior puede sonar evidente dada la magnitud de la caída en el comercio internacional y las pobres perspectivas de crecimiento de las economías desarrolladas. Sin embargo, hay una enorme diferencia cualitativa y que se expresa en la definición y la instrumentación de las políticas públicas, entre contar con un mercado interno amplio y creciente, como el de Brasil, frente a la intención de querer desarrollarlo como respuesta a la crisis, como es el caso de México.

Buena parte de los resultados observados en el caso de Brasil se debe a que pudo compatibilizar el crecimiento económico con el enfoque en la distribución del ingreso y la reducción de la pobreza. Esto ha posibilitado que la expansión haya sido sostenible.

Prueba de ello es el entusiasmo que este mercado ha despertado en compañías trasnacionales de un amplio espectro de sectores, que apuestan al crecimiento del mercado interno brasileño como locomotora del crecimiento en la región.



Otro aspecto donde se han obtenido buenos resultados es en empleo, que ha aumentado consistentemente desde 2004, sin que la desocupación se extendiera de modo significativo durante la reciente desaceleración de la actividad económica.

El crecimiento del mercado interno tampoco vino de forma automática con el crecimiento económico. Se asocia en buena medida con la política redistributiva que ha aplicado el gobierno. En este tema convergen las visiones tanto del sector público como del privado y se expresa en el fenómeno del crecimiento de la clase media con una mayor capacidad de gasto.



En el mismo discurso, Rouseff aseguró que: “Mi convicción de asumir la meta de erradicar la miseria viene, no de una certeza teórica, sino de la experiencia viva de nuestro gobierno, en el cual se realizó una inmensa movilidad social, volviendo hoy posible un sueño que parecía imposible.”

Tal parece que Brasil ha cosechado los frutos de mantener una visión del crecimiento y el desaroollo más ambiciosa y de largo plazo, por lo que está tratando de consolidar un círculo virtuoso de creación de riqueza en el que participe una proporción cada vez mayor de la población.



10 de noviembre de 2010.